Todo tiene un tiempo, una época. Al mirar para atrás, recordamos un hecho concreto, y lo encuadramos en una etapa determinada. A esa etapa a mi me gusta ponerle un nombre. Muchas veces, o en realidad creo que siempre, a ese nombre solo le puedo encontrar un sentido únicamente yo. Ni siquiera las personas que dieron vida a ese segmento, tienen idea que yo pongo nombre al tiempo, y es más, si les dijera dicho nombre no lo entenderían.
Las etapas se alimentan del tiempo, y el tiempo de nosotros. Me gusta escribir sobre las cosas cotidianas, las anécdotas de las vidas comunes de la gente de a pie. De los cortos momentos que temo olvidar si no los plasmo en el papel, o en algún lado. Esas anécdotas no son increíbles, ni admirables, ni fantásticas. Es el día a día de la gente que se cruza por mi vida, y que, sin su consentimiento, alimentan mis cuadernos.
El título del Blog
La mayoría de las historias que voy a contar en este espacio, ocurrieron hace ya tiempo. Nunca ningún protagonista de ellas las leyó, no saben que existe, que algún momento de sus vidas ya no se va a perder en la memoria, y que personas desconocidas conocerán ratos de tiempos pasados. Quizás se los tendría que haber enseñado, a lo mejor si los hubiesen leído los hubiesen mejorado, me hubiesen dado más datos para enriquecerlos, cosas que a mi se me escaparon. Quizás es tarde, pero que más da.
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